“La gente se muere de sentido común. La vida es un momento, haz que la llama arda tan brillante como puedas». (Oscar Wilde, El retrato de Dorian Grey)
Hubo un tiempo de miedos y de sombras
donde el reloj pareció haberse detenido,
hubo vientos que arrasaron con certezas
cuando la omnipotencia se escabulló entre mil preguntas.
Hubo un tiempo de miradas lejanas,
de afectos distantes, de encuentros imposibles,
las casas alzaron puentes levadizos
a un ejército de transeúntes y vecinos.
Hubo meses de imposibles cotidianos
se valoró como nunca un simple abrazo,
como una paradoja insidiosa del destino
el peligro también fue invisible a los ojos.
Hubo héroes y villanos, entrega sin medida
solidaridad anónima y egoísmos calculados,
hubo ejemplos de amor que convocaron lágrimas
y ausencia de alma en elegantes despachos.
Hubo escuelas habitadas por fantasmas
los pupitres reclamando por sus dueños,
las mesas de familia eran muy largas
y las sillas se arrumbaron, desusadas.
Hubo gentes reclamando sus trabajos
cucharas de albañil que no sonaban,
los andamios fueron mudos ornamentos,
nidos huecos esperando a sus horneros.
Fue un año sin tortas ni festejos
se cumplía en pantallas de teléfonos,
una época sin despedidas ni consuelos
salvo que tuvieras un apellido famoso.
Hubo un tiempo de silencios y de espejos
cuando un patio de risas hubiera sido el paraíso
y esperas que se vistieron de cansancio
para un reencuentro demasiado lejos.
Allá nos vemos entonces, en este nuevo año
mientras tanto, mientras tanto los extraño…
Oscar Dinova, escritor
(Mercedes, 31/Dic/2020)
Año de la Pandemia