Roque José Cúccaro, “Rocko”, 73 años, divorciado, jubilado, canillita, un hijo Joao Paulo (46), que reside en Brasil. Hoy nos cuenta algo de su vida, sus experiencias, su trabajo, sus gustos, sus cosas…
¿Dónde nació…?
Nací en el Hospital “Muñiz” de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Parque Patricios.
¿Su familia…?
Solamente puedo referirme a quienes fueron mis padres adoptivos, que no me dijeron casi nada sobre mis orígenes, tan solo que me adoptaron y dieron su apellido pero nada más. Ellos fueron Roque, que trabajaba en la cocina del hospital (Muñiz) y Dolores Pérez, que con diferencia de seis meses, ambos fallecieron a los 69 años de edad cuando yo tenía 13 años creo.
¿Recuerdos…?
No tengo buenos recuerdos de mis años de niño y adolescente, ya que mis padres fueron castigadores y siendo muy chico, me fui de casa para salir de ese ambiente. Con pocos años, me instalaba en la Plaza Constitución abriendo las puertas de los taxis para ganarme unas pocas monedas que me daban los pasajeros del tren Mitre, a quienes también ayudaba con sus maletas. Por la noche, los policías que me encontraban vagando por allí, me llevaban a la Comisaría, a veces me daban algo de comer y a la mañana llamaban a mis viejos que me retiraban. Eso se repetía muchas veces a la semana y por mucho tiempo.
¿Pudo estudiar…?
Lo hice en el turno de la noche en la escuela primaria “Rodolfo Rivarola” del mismo barrio, hasta finalizar el último grado. En ese tiempo hice de todo un poco, canillita, lustrabotas, repartí hielo con carro y caballo… y todo lo que me dejase alguna ganancia.
¿Qué pasó tras la muerte de sus padres…?
Desde varios años antes, el matrimonio de Susana Elena Domínguez y Juan José de Castro que me conocía, me brindo apoyo y cuidados, de modo que al quedar solo, ellos me ofrecieron alojamiento en su casa de Baigorria entre Teodoro Vilardebó y Concordia en Villa del Parques, cercana a la nuestra que era en Emilio Lamarca entre Marco Sastre y Baigorria, lugar al que se mudaron a mi pedido, dejando entonces de pagar alquiler. Le cuento que dos días después de la muerte de Dolores, aparecieron en esa misma casa, dos señores de apellido Cúccaro, creo parientes de mi padre, junto con abogado, para reclamar la propiedad, suponiendo que yo no era heredero y no había sido adoptado. Don Juan José, los atendió y luego de mostrarles la documentación les manifestó mostrando su enojo y un revólver en su cintura, que no volvieran para nada nunca más.
¿Hizo el servicio militar…?
Siempre dije y digo que “lamentablemente” no y lo digo porque me tocó el número 213 en el sorteo y de mi clase nos exceptuamos hasta más del número 500. Cuando me convocaron desde el Regimiento de Patricios de Palermo, a fines de 1963, superé todos los controles físicos y psíquicos y por lo que dije, no me incorporaron. Lo lamenté, porque teniendo ganas de seguir alguna carrera militar o en las fuerzas de seguridad, no pude hacerlo por no haber cumplido con la colimba.
¿Qué hizo luego de esa decepción…?
Era el año 1965 cuando se abrió la inscripción para ingresar a la Policía Federal, de manera que hice los trámites y esperé el llamado, mientras trabajaba en el Palacio de Hacienda de la Casa de Gobierno, habiendo ingresado como ordenanza, ascendiendo varias veces. El llamado de la Federal nunca llegó, porque se dio el golpe militar de 1966 contra Illia (Arturo) y mi trámite quedó archivado.
¿Entonces…?
Se juntaron varias cosas. El General Onganía (Juan Carlos), pasó a todos los empleados públicos a retiro obligatorio con indemnización, de manera que me hice de buen dinero sumado al que cobré de beneficios de Roque y Dolores (pensiones) y se terminó además la sucesión de la casa que fuera de ellos y que les dejé con poder especial a Susana Elena y Juan José, que la ocuparon hasta que tras un mal negocio que hicieron, se quedaron sin ella y se mudaron a Moreno donde fallecieron años después.
¿Qué hizo con su vida…?
Les dejé a ellos algo de dinero y me fui al Uruguay en mi afán de conocer y estuve unos seis meses vendiendo helados en Maldonado, desde donde partí hacia Brasil, instalándome en Río de Janeiro. Le cuento que he sido siempre así, aventurero, muy mujeriego y diría que “putaniero”. Ya en Brasil me encontré con una chica que había conocido en Buenos Aires y que era Teniente del Ejército Brasileño. Me instalé en casa de sus padres y un hermano y cuando tuve la libreta de trabajo y la residencia, comencé como empleado en una curtiembre e hice cursos de rescatista, bombero e instructor de los mismos además de auxiliar paramédico. Luego de cinco años en Río, al romper relaciones con la chica, partí para Sao Paulo y allí me instalé y pude hacer de todo un poco de lo que había estudiado por los diez años siguientes.
¿Cuándo nació su hijo y con quién lo tuvo…?
En noviembre de 1971, en una discoteca la conocí a la que sería la madre de Joao y nos hicimos novios. En febrero del año siguiente vine a Buenos Aires, ya que se había vendido mi casa, para comprar algunos muebles y casarme, lo que hice en julio, naciendo nuestro hijo el 5 de mayo de 1973.
¿Cuándo regresó a la Argentina…?
Tras separarme de la madre de mi hijo, vine a Argentina y me instalé en el Cuartel de Bomberos de Morón y conseguí empleo en la fábrica Yelmo (electrodomésticos). Luego de un tiempo y siendo andariego como lo fui siempre, dejé todo para irme Corrientes, trabajando para una empresa constructora y luego pasé a Posadas (Misiones) en otra. En Corrientes me puse de novio y casé con una chica de allá, pero cuando vine para ver a mis padres que andaban con problemas de salud, ella se quedó esperando que yo la llamara desde aquí para venir con una hija propia. Cuando lo hice y tras idas y vueltas, me hizo decir que no le gustaba la idea de estar en Buenos Aires y no vino nunca, eso era en 1990.
¿Cómo se dio lo de venir a Mercedes…?
Luego de trabajar mucho en Buenos Aires y viviendo en una pensión del barrio de “Paternal”, llegó una orden judicial de desalojo y me tuve que ir cuando estaba trabajando de “canillita”. Pasé un par de noches en la calle y durmiendo en una estación de servicios abandonada. Tuve suerte cuando unos conocidos me dieron alojamiento en su casa de Moreno y un día cuando salí del banco tras cobrar mi jubilación y con mi bicicleta a cuestas, vi en la estación una locomotora con solamente tres coches y le pregunté a alguien hacia donde iba ese tren. Me dijo que a Mercedes, yo no sabía ni donde era y me subí. Bajé aquí con mi bicicleta el 17 de enero de 2014 y ahí mismo nació mi pertenencia a la ciudad.
¿Qué hizo cuando llegó…?
No tenía ni idea de nada, de manera que tras unas indicaciones que me hicieron, traté de encontrar una pensión para alojarme y me mandaron primero a una y luego a otra para terminar alquilando una habitación en la de la “Betty”, en 16 y 19, aunque antes pasé la primera noche en un banco de la Plaza San Luis. Allí estuve unos seis meses, pero cuando pude conseguir trabajo en el kiosco “La Plaza”, después de atender algunos repartos por poco tiempo. Hace ahora más de cinco años que cubro uno de sus repartos a Jorge Chieli y además tengo clientes propios para el semanario Protagonistas.
¿Una vida muy variada…no es así…?
He vivido de todo un poco y más allá de todo, tuve dos debilidades en el tiempo vivido, las mujeres y el alcohol. Hoy y sabiendo que soy alcohólico trato de controlarme y lo estoy consiguiendo.
¿Dónde vive actualmente…?
Desde que dejé la pensión, vivo en la Residencia “Villa Abrille”, en 25 entre 16 y 18. Allí estoy muy bien y debo agradecerle a quien fuera el intendente Selva (Carlos Américo), por la mano que me dio entonces.
¿Le gusta Mercedes…?
Me siento muy a gusto en Mercedes y tengo muchos conocidos con los que hablo habitualmente. Me respetan y los respeto.
Fuera de juego
Soy de San Lorenzo de Almagro.
Me gustan todos los platos y me tiento ante un buen asado. Trato de no tomar demasiado y lo consigo bastante bien. Me gusta el tinto.
Mis amigos están en distintos puntos del planeta, Argentina, Paraguay, Brasil….
En Mercedes cambié de vida, dejando muchas de mis cosas de los tiempos de joven.
La gente me conoce hasta de lejos por mi bicicleta, mi casco y mi modo de moverme.
Hubiese querido ser integrante de alguna de las fuerzas de seguridad o armadas, pero aquel beneficio de salvarme del servicio militar, me jugó en contra cuando quise alistarme.